
Al son de la ciudad
No es un pasatiempos, es un trabajo. No es un hobby, es un estilo de vida. No son aficionados, son artistas. Así es cómo los músicos callejeros de Córdoba se autodefinen al llenar de melodías las peatonales céntricas. Viven mayormente de la colaboración de los transeúntes que de casualidad, o a diario, pasan por las cal les que ellos musicalizan, y algunos también venden sus producciones propias en formato de CD.

Un músico apostado en el cantero de 9 de julio y San Martín tocando la guitarra, la harmónica y cantando. Una pequeña audiencia que va creciendo a medida que suena “Mi niña hermosa” y 4 señoras que piden canciones y reúnen dinero para comprar algunos discos. En ese escenario se ve a sí mismo todos los días Fausto Lescano, un cantautor que hace 21 años que vive de la música callejera, en la misma esquina de siempre.
Poco importa si se nos congelan los dedos, nos derretimos bajo el sol o el cielo amenace con caerse: los músicos independientes de la docta están siempre al pie del cañón para llevar a casa la colecta de todos los días. “Nosotros lo usamos como un modo de vida. En un principio fue un poco necesidad, porque prácticamente estábamos sin trabajo en la música, y la necesidad nos empujó a salir a buscar en la calle. Pero después lo tomamos con mucha seriedad y supimos que con esto se puede vivir. Mal o bien, pero se puede vivir”, comentaba Natalia Carvallo, que desde hace más de diez año s interpreta covers internacionales con su compañero Ernesto Rodríguez, frente a la Compañía de Jesús, en Caseros y Obispo Trejo.
A pesar de todo, estos músicos saben que la convivencia entre ellos es muy buena, ya que funcionan como un bloque y “se conocen entre todos”. Las melodías endulzan y colorean hasta la tarde más gris. Pasando por la histórica Manzana Jesuítica, inspiración de muchos, la música de los caminos cordobeses nos hace compañía desde el paseo artesanal de Caseros hasta Rivera Indarte y, a veces, hasta hace bailar a más de uno.
Es palpable la buena aceptación de su público esporádico. Una audiencia heterogénea y cambiante, a veces constante, que en forma de agradecimiento por unos minutos de música auténtica y en vivo, se acerca a los estuches de guitarra para colaborar “a la gorra”. Distintos géneros, estilos y formatos, pero todos ellos aceptados de igual manera por un público cercano y altamente variable. Un arte que día a día crece y se impone en las calles cordobesas.
“Con mi familia vivimos desde hace un tiempo de la música en la peatonal.
Aparte siempre salen eventos y festivales donde también podés hacer un contrato y te pagan por eso. Mis discos grabados también me ayudan a vender.” FAUSTO LESCANO
“Desde el año pasado tenemos que renovar una autorización todos los meses para tocar en los espacios asignados por la municipalidad” nos cuenta Natalia. Este permiso les otorga un respaldo legal que los coordina y respalda los derechos de los músicos callejeros.